No soy radical. Sin embargo, la tristeza y el dolor que hoy sentí ante el fallecimiento del último representante político con intereses para un pueblo y no puramente personales, cierra una etapa que refleja el final de una Argentina muy distinta a la que él mismo tomó en 1983.
Una Argentina que se llena la boca hablando de la democracia, pero que no la ejerce en absoluto.
Una Argentina con unos nubarrones tremendos a diferencia de la Argentina que, hace 25 años (después de mucho tiempo sin poder votar) mostraba un cielo claro, limpio y, por sobre todas las cosas, con esperanza.
En esa época había esperanza... Y ese recuerdo es imborrable.
Porque cuando la esperanza se pierde, como ahora, no hay brújula que seguir.
En estos casos, uno se apoya en un líder para tenerla. Y Alfonsín fue el líder de esa esperanza. Algo que hace rato no tenemos.
Una Argentina tan distinta donde uno realmente creía en esa esperanza donde la democracia nos iba a dar de comer, nos iba a educar y, lo más importante, nos iba a dejar vivir.
Hoy, esa misma democracia, machacada y destrozada con el paso de malas gestiones posteriores, no nos da ni de comer ni nos educa. Ni hablar de dejarnos vivir...
Yo era muy chico pero jamás, repito: JAMAS olvidaré que (de los que me ha tocado vivir) los únicos discursos que recuerdo donde la gente se movilizaba para escuchar a un político porque creía en su palabra y porque su fe estaba depositada en él, fue en este hombre con unos principios y convicciones únicas. Podríamos estar de acuerdo o no, eso es más viejo que la historia y los intereses que nos dividan, pero el ex-presidente, hoy fallecido, fue el último político de raza, de los de antes, de los que creían en un país en serio, de los de verdad.
Y si la memoria no me falla, nunca la justicia lo enganchó en nada. Es más, hoy por ahí escuché que hace poco terminó de pagarse una casita en su Chascomús con un crédito que había pedido hace poco.
¿Qué increíble, no?
Insisto, no soy radical, pero hoy fue un día de mierda.
Y si no se acuerdan o no lo vivieron, las fotos y el video reflejan otra Argentina, otra época. Mucho más pura que ésta, por supuesto, sin choris o vinos para llenar una plaza.
